Mentir con artificios, engañar, tratar de dominar la voluntad de una persona utilizando subterfugios han sido prácticas comunes de los gobernantes comunistas; así actuaron los jefes del poder político de la otrora Unión Soviética, Fidel Castro, quien es un maestro en desvirtuar la verdad; Hugo, el “comandante eternamente enterrado”, que con su verbo utilitario y embustero hipnotizaba, y Maduro, que emula en su actuación al frente del régimen a los antes señalados, siendo el embuste parte significativa en su filosofía de acción.
Esta forma de comportamiento, de hacer del embuste una filosofía de acción, es probable que pueda convencer a algunos ingenuos o ignorantes, pero lo que sí es imposible es que se pueda mantener en el tiempo y en espacio, porque interviene un principio fundamental de la vida cotidiana y ciudadana, que es el “principio de la primacía de la realidad”. Este principio destruye el embuste, lo debilita de la conciencia social y se convierte a la vez en una estrategia del fortalecimiento de la opinión pública para repudiar al régimen y a los actores que lo dirigen.
El país está quebrado, arruinado, desolado, y aun así Maduro le sigue hablando al país de que todo está normal, de que no está pasando nada. La inseguridad es cada vez más catastrófica; solo en este año se han reportado en todo el país, según los medios de comunicación que siguen el tema de la criminalidad en Venezuela, más de cinco mil muertos a manos del hampa y del sicariato; el desabastecimiento es generalizado, no hay mercancía que se salve; la inflación destruye los salarios de los trabajadores; el Sicad II secuestra a los venezolanos en su propio país; los apagones perseveran; se persigue a la disidencia con fiereza; la miseria llegó para quedarse en toda la sociedad.El régimen de Maduro está moribundo, el rechazo es total y completo; sin embargo, se quieren mantener en el poder con embustes y más embustes que transmiten a través de la hegemonía comunicacional con la que cuentan y las cadenas realizadas. Para desgracia de ellos, los medios del Estado son rechazados por la inmensa mayoría de los ciudadanos.
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